lunes, 19 de agosto de 2013

Activismo instantáneo

Saliendo de la temática habitual de este blog, impresiones de mi visita a la Argentina conectada y acelerada...



Era el típico mensaje estándar que monopoliza muchas cuentas de Facebook en estos años, pero con las variables mínimas que hacen a cada caso. En síntesis, decía algo así: “como agosto es el mes del niño, poné en tu imagen de perfil una foto tuya de cuando eras niño”. Recordé que eso ya se había hecho hace unos años atrás y supuse que la persona que lo anunciaba a todo el universo conocido había recibido un mensaje viejo y lo hacía público creyéndolo nuevo. Lo mismo que pasa con las cadenas de mails que anuncian inminentes desastres en nuestra política… inminentes quiere decir primeros meses de 2009 según el calendario conspirafóbico.

Me hizo ruido la seguridad con la cual afirmaron que agosto es el mes del niño. Yo interpreto agosto como el mes elegido por las jugueterías y las cámaras comerciales para vender juguetes, supongo que a un precio más alto que en otras épocas del año. Así como las mismas cámaras de comercio inventaron que junio es el mes de los padres, octubre el de las madres y las empresas de telefonía terminaron de imponer el día del amigo en julio.

En este caso, por suerte, se hablaba de recordar momentos de la infancia, como aquella vez que se rogó que pusiéramos los dibujos animados que mirábamos de chicos. Ahora a nadie se le ocurrió plantear que haciendo eso se homenajea a los niños que padecen algún sufrimiento, o se hace un alegato a favor de los derechos del niño, o que sirve de protesta contra su situación precaria para que las autoridades nacionales/globales (una nebulosa demasiado abarcativa como para identificar algo concreto contra lo cual reclamar - pero siempre percibida como totalmente ajena a uno) lo vean, y entiendan lo malo que es que las cosas estén mal. ¡El Mafaldismo en su máxima expresión! Haciendo memoria, esa fue la impronta que tuvo la “campaña” predecesora; y si alguien se sumó a la “campaña” nueva, probablemente lo haya hecho pensando que la consigna era tácitamente la misma. Eso no lo puedo demostrar.






Se trata de un ejemplo inofensivo, pero me que me preocupa por lo demostrativo que es de algunas nuevas lógicas de interacción social. Esto no es pretender abogar por la abolición de las redes sociales; nos guste o no ya están aquí, forman parte de nuestra interacción social e incluso contribuyen al perfil que nos queremos dar profesionalmente. Sí creo que hay que tener cuidado con las falsas campañas (o el campañismo compulsivo si le quisiéramos poner un nombre). En verdad es triste creer que se participa y forma parte de una buena causa, cuando no queda claro de cuál buena causa se trata. Un niño que sufre una grave enfermedad, no se va a curar porque la gente ponga su foto una y otra vez en Facebook. Hasta me parece morboso. Pero claro, si lo decís, sos la peor basura sobre la faz de la Tierra, así como pareciera que lo fuimos quienes no utilizamos nuestra red predilecta para pronunciarnos oficialmente sobre la muerte mediatizada de algún niño.
En mi caso particular, no creo en milagros. Así que soy sumamente escéptico cuando se anuncian tratamientos milagrosos que van a curar a niños con las peores enfermedades, pero para lo cual, hay que previamente participar en alguna colecta, legitimada por algún canal de televisión. El hecho de verlo desde afuera, me hace sentirlo así; pido perdón por ello.
Cuando alguna chica o chico falta de su hogar, entiendo que se crea en el poder de la web para encontrarlo rápidamente, pero en ese caso se debería aclarar con el mismo ímpetu cuando esa persona aparece, porque de lo contrario se perpetuaría su imagen de ausente y generaría trastornos a la persona y sus allegados, cada vez que a alguien se le ocurra compartir o reenviar esos datos sin molestarse en corroborar la antigüedad del mensaje. Ni que hablar de las “solidarias” acusaciones que se hacen a personas sobre supuestos delitos o terribles hechos cometidos, no sólo sin darle la posibilidad de defenderse, sino sin verificar lo que se está reproduciendo.



Hace unos meses fue asesinada una adolescente en circunstancias que se están investigando. La prensa la sigue matando día a día haciendo de su caso un show televisivo en vivo a toda hora, con dosis iguales de sensiblería y morbo. Pero (y no es que defienda a ultranza al periodismo argentino), también la siguen matando los adolescentes que alegremente teorizan sobre su crimen en redes sociales, o las que comparten sus fotos en esas redes, creyendo haberla conocido o, peor aún, que esa persona sigue viva y es su amiga. El medio siembra el mensaje, y la “red” lo legitima y potencia. Como aquella vez que la “terrible y humillante” derrota argentina en el Mundial de Asados, se convirtió en la más clara demostración de que en la Argentina, los que utilizamos Internet como principal medio de comunicación, pasamos tanto hambre que ya nos olvidamos como era comer.

Y a esa chica la matan como van a matar cuando vuelva a haber un caso similar que acapare las horas en los cada vez más canales de noticias. La ilusión de horizontalidad que genera Internet (eso que se llama 2.0), donde se cree ingenuamente que se pueden discutir los temas que van a ser de agenda de igual a igual con las empresas de medios, se fusiona con el afán de protagonismo. Es el deseo patológico de formar parte de un hecho trascendente por medio de la charlatanería: desde decir tener información de un crimen, hasta jurar haber visto vivo y caminando a un chico muerto en un grave accidente; que en los casos más extremos impulsó el falso testimonio liso y llano, al que algunos incurrieron con la sola motivación de salir dos minutos en televisión.

Hay gente que miente, lamento tener que decir algo tan simple. Alguna con la mala intención de obtener un beneficio, y otra por torpeza o falta de crítica al reproducir un mensaje ajeno. Y eso también se da en las “redes sociales” que tanto fascinan al periodismo.



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