lunes, 11 de junio de 2018

Milán... de a pasos.


Volviendo a la temática de viajes, les cuento que ahora estoy en Milán. En realidad, cuando digo “ahora”, me refiero a que llegué acá hace, mas o menos, dos años y medio. No se los conté. No se me ocurrió hacerlo. Ni se me ocurrió cómo.

¿Qué pasó? Tal vez el haber estado viviendo en “otra” cultura no-occidental, hizo que me sintiera de nuevo en casa, por lo cual no veía nada que me llamase la atención. Pero eso sería caer en un simplismo, algo que saben no me gusta.


   
Me tomó algo de tiempo identificar y explicar mis propias impresiones iniciales. Primero, vi una ciudad que pareciera reconstruida a las apuradas y sin muchas pretensiones (además de que ciertos edificios los noté similares a la arquitectura latinoamericana de los ’60), pero que recientemente se está modernizando, expandiendo este trabajo a los barrios que habían quedado rezagados hasta hace muy poco. Luego, viniendo de donde vengo, la empecé a sentir pequeña; y esto se hace muy evidente cuando tienen éxito (envidiable) todas las actividades que se quieren hacer. Y lo que me sorprendía de entrada: la ausencia de milaneses. No encontraba; en contraposición veía una ciudad cosmopolita donde todos eran extranjeros, o italianos de todos los rincones del país. Como esas típicas ciudades-corazón de los países, las cuales todo el país odia, pero todos se desviven por conocer primero y habitar después.

Ahí fui empezando a entender que ahora vivía en una ciudad de gps, mapas en internet, gente consultando mapas, y circulando con valijas a toda hora en el transporte público. Y parándote por la calle para preguntarte direcciones. Todo el tiempo… Actividades concretas aparte, todos se unen al ritmo de vida milanés (aunque sin despegarse de sus valijas, bolsos y mochilas), el paseo en el centro, las compras, los experimentos en la moda, y finalmente, la cultura del aperitivo, un after office aunque mucho más sustancioso y eje de la vida social post-30.          



 En un contexto diferente, y queriendo decir otra cosa, un italiano me señaló algo que ya hice propio: que el argentino tiene en su mente la idea de un italiano que ya no existe. En mi caso particular, quizás tenía la visión del italiano que ya vive y se adaptó a otras sociedades, como el mundo árabe, el África Subsahariana y Asia. Pero otra de las cosas que me llamaron la atención fue la persistencia de una mentalidad fuertemente tradicionalista en los italianos. Incluyendo lo que podría llamarse “nuevas tradiciones”, arriesgándome a sonar auto-contradictorio (por eso me pareció tan importante lo del aperitivo).

Adivinen que me empecé a encontrar ahí: milaneses. Así como empecé a encontrar lugares de mi agrado y, fundamentalmente, actividades de interés en éstos.  Lo que se sabe que me gusta… 



De a poco fui entendiendo la lógica en esta ciudad tan ambivalente; una ciudad cubierta en capas, que se van removiendo una tras otras, en diferentes niveles, para ir desentrañando secretos. Secretos, mitos, historias, leyendas típicas de una ciudad en donde fue pasando todo el mundo cercano; también en capas. El dónde se encuentran las cosas, donde buscarlas y quién tiene esas llaves, es una tarea que no lleva poco tiempo, pero desafiante para quienes nos gustó siempre el juego de romper apariencias.  Y un lugar ideal para quienes priorizamos la actitud a la belleza. 
   

miércoles, 1 de junio de 2016

REGRESOS SIN GLORIA



(Opinión deliberadamente apresurada para no arruinar la magia de la primera impresión)


Todavía faltan definiciones, pero parece que los personajes de Watchmen volvieron.

En realidad ya lo habían hecho en una serie precuela (en 2012), que no llegué a leer, pero estimo resistida por muchos; aunque por lo poco que vi, trató de mantenerse lo más leal posible al relato original. 



Sin embargo, todo parece indicar que los Watchmen van a volver de la manera más temida: dentro del universo “regular” DC, integrándose en una multitud de personajes que tal vez tenga poco y nada que ver con el espíritu que hizo de la serie original una de las más grandes obras literarias del siglo XX. Como alguna vez se integraron los Wildcats, o The Authority, o Gen13 a la galería de personajes de una editorial aún vista como conservadora por los lectores más jóvenes.

Pero si bien me entusiasmó Batman contra Grifter, Apollo & Midnighter enfrentando nada más y nada menos que a Doomsday y los intentos de “enganchar” a Superboy con Fairchild, acá se trata de algo distinto que a los seguidores no puede dejar de incomodarnos.

No voy a ponerme a dar una explicación exhaustiva de los que es Watchmen. Primero, porque ya está todo dicho; segundo, porque en el apuro de cerrar este texto voy a omitir cuestiones importantes que seguramente me van a señalar; y tercero, porque quien aguantó leer hasta estas líneas, ya sabe todo sobre Watchmen.

Simplemente voy a decir que 1985 es recordado como el año del renacimiento del cómic estadounidense de superhéroes, con todo el contenido simbólico que este género tiene para ese pueblo orgullosamente etnocéntrico. Y con todo el contenido simbólico que de rebote genera a quienes intentamos (a veces sin éxito), entender a ese pueblo y ser entendidos por ellos, aún quienes lo miran desde la antipatía absoluta. Lo que “Crisis en Tierras Infinitas” significó en lo editorial, “Watchmen” lo significó en lo conceptual, cuando asentó una serie de ideas sobre el concepto de “superhéroe” (motivaciones, delirios, traumas, complejos, obsesiones, sadismo, fetiches, egocentrismo) que si bien ya se venían esbozando desde principios de los ’80, por fin tomaron una forma que moldearía la industria de ahí en más. Distintas como el agua y el aceite, ambas obras concordaron en la revisión de esta nueva mitología y lo que nos representa según nuestros bagajes culturales. Un género que nos fascina y nos capta de por vida, sin poder explicarle a nadie el por qué. 



Y obviamente voy a mencionar al gran genio (palabra que uso muy poco) de Alan Moore. Una mente creadora pocas veces igualada, capaz de llenar la mente de los lectores con innumerables ideas, mensajes y contramensajes en las pocas páginas que puede necesitar para dejar sentada una trama. Junto a Grant Morrison y Neil Gaiman, sus dos compatriotas británicos (pero, a mi entender sobre estos dos) fue el pionero incorporando al imaginario artístico-industrial de una serie de contenidos y conceptos que tardaron muchos años en dejar de parecernos novedosos.

Hubo otros grandes autores, sin duda. En una época lo fue John Byrne, quien nunca fue mi preferido, aunque me perdí su etapa consagratoria en Marvel. Frank Miller no puede ser ignorado, animándose a jugar con los personajes más canónicos. Algunos estarán pensando en también en Mark Waid. Garth Ennis, más recientemente, encontró con “The Boys” la manera de cuestionar por enésima vez el significado que el superhéroe tiene para el estadounidense, y seguir siendo novedoso. Pero el impulso se lo atribuyo a esta “trinidad”.





Volviendo a la cuestión principal, con el nuevo relanzamiento de DC, llamado Rebirth (el cual espero resuelva los desastres de Flashpoint) los personajes y su mundo se estarían incorporando también al universo regular. A ese universo con el cual no tienen nada que ver, y aún más, con su sola existencia cuestionaron. Todavía más irónico, de confirmarse las “fan theories” ahora resulta que ellos mismos lo crearon. Superman, Batman y Wonder Woman existen porque ellos existieron. ¿Es para un escándalo? ¿O justamente una alegoría de lo que en realidad pasó? Quizás quede en una aparición simbólica, un homenaje emotivo. Pero la mayoría teme esta incorporación definitiva donde entre el montón, perderán su particularidad y su encanto literario, aunque los guiones nos tengan a los saltos de entusiasmo. Es lo que creo que va a pasar. 



Un antecedente que me viene a la memoria es The Kingdom. Una suerte de secuela de la aclamadísima Kingdom Come (acá me aparto de los cánones: considero que Kingdom Come fue grandiosa, pero ampliamente superada por Identity Crisis), que parece haber quedado en el olvido. Principalmente porque incorporaba el mundo creado por Mark Waid al universo regular, algo que incomodó a los puristas de uno y otro. Pero la trama me pareció magnífica en su momento, además de presentar a quien me pareció el mejor enemigo “moderno” de Superman: Gog, un fanático religioso convencido de que Superman es el Anticristo (¡y capaz de fundamentarlo en citas bíblicas!). Un villano que luego habría que “edulcorar”, claro.

Es una lógica de la industria, ya lo sabemos. Y lo tiene que saber Moore seguramente, aunque le moleste y se haya retirado. Así como lo va a saber Ennis, quien se dió el lujo de dejar en ridículo estas lógicas del mercado. Personaje exitoso vuelve. Aunque no haya manera de que encaje. No va a ser lo mismo (ni va a vender lo mismo); probablemente sean versiones “moderadas”, adaptadas para hacerlas del gusto del mercado masificado (esos “nuevos lectores” anónimos que siempre se buscan como una fuente de la juventud), pero resistirlo es retrasar lo inevitable. Todos sabíamos que tarde o temprano iban a volver. Y la verdad es que no tengo ganas de ponerme a organizar un boycott. Tal vez el toque del genio siga latente, y sus personajes aún posean un verdadero poder: el de tener una personalidad propia que amedrente a los guionistas neófitos y les impida quitarles su esencia. 




¿Qué estará pensando ahora Garth Ennis? Vayan mentalizándose: algún día Hughie, The Butcher y los demás se las van a ingeniar para volver, y van a compartir cuadritos con los héroes mainstream, esa gran farsa que con tanto esfuerzo intentaron desenmascarar. Va a ser un mamarracho seguramente, pero que me va a tener sumamente entusiasmado. 



Y a vos Moore, te pido un último esfuerzo y por favor terminá “1963”.



sábado, 28 de febrero de 2015

Recuerdos de algo



El primer contacto con Agadir fue el viaje en taxi del aeropuerto a la ciudad, una cantidad de kilómetros que no recuerdo, pero que en ese momento me pareció mucha. El paisaje campesino se entremezclaba con signos de modernidad, como antenas y autos de alta gama, de la misma manera que el aire desértico se mezclaba con viento de mar y montañas.

Al llegar a la ciudad y empezar a recorrerla, algo me fue generando una sensación de deja-vu, o mas bien, esa extraña familiaridad cuando uno cree recordar un lugar en el cual nunca antes se estuvo. Pero ya me volví, irremediablemente, un tipo que asocia los paisajes playeros a momentos felices vividos, así que esa es una primera explicación. Un segundo intento de explicación es la semi-modernidad de la ciudad que de alguna manera me impactó. Uso esta manera de describirla porque a principios de los años ’60 un trágico terremoto destruyó la casi totalidad de la ciudad, que debió ser reconstruida prácticamente de cero. Y ahí parece haber quedado, de aspecto bonito y despreocupado, la gran parte de la ciudad luce la arquitectura playera de los ’60 y ’70, esa que de alguna manera nos parece familiar, aunque no sepamos explicar el por qué.

Otra parte la ciudad, en cambio, es lo que se denomina la Marina. Un desfile de ostentación y lujo, donde el valor de las personas parece estar medido en el precio de su auto o yate. La imitación de paisajes lujosos playeros europeos, se entremezcla con la riqueza que lucen los árabes del Golfo en una lógica donde las jerarquías se manifiestan en todo y se hacen verdaderamente valer, bajo una montaña omnipresente que día y noche se asegura de recordarnos a todos (propios y ajenos - ricos y pobres) el lema nacional marroquí. 



Pero algo destacable, en todos los sectores de la ciudad, es la hospitalidad y cordialidad de la gente. Tangible y verdadera, a diferencia de los slogans turísticos de otros lugares, donde estos conceptos no pasan de ser eso…

Codiciada en ciertos momentos por muchos, entre los que se destacan portugueses, holandeses y alemanes, estos últimos parecen ser los que predominan. Si bien no se llega al punto de Marrakech (¿Cuánto falta para que Merkel la reclame?), el alemán parece ser el idioma extranjero predominante en cuanto a su presencia escrita en carteles de comercios y otros edificios. Pero parece más repartido con la presencia de franceses, italianos, españoles y (volviendo al tema de la escritura) de la lengua rusa.








Orgullosa de decirse la capital de la pesca marroquí, ofrece una buena cantidad y variedad de restaurantes y lugares para poder salir a comer, hábito que todavía no termina de arraigarse en este país. Paisajes bonitos y queribles, pero nada sorprendentes que podrían hacer calificar a Agadir como una ciudad totalmente predecible.
Un tanto aletargada, para descansar en un ambiente de hospitalidad, a menos que uno salga por la noche buscando deliberadamente los sabidos sobresaltos. 

lunes, 25 de agosto de 2014

Fes: orgullo y prejuicio (de mi parte!)



Después de casi dos años en Marruecos, conocí Fes.

Es cierto que esta vez se dio la oportunidad, cosa que antes no. Esto se explica porque tengo el defecto que me auto-limito bastante a la hora de viajar: siempre estoy buscando una razón para hacerlo, la “excusa”. Pero también es cierto que hasta el momento no había tenido interés en conocer la ciudad histórica. Principalmente, me desalentaban las charlas con las personas que me recomendaban ir, las cuales casi siempre se daban de la siguiente manera:

-          Tenés que conocer Fes, no puede ser que todavía no hayas ido.
-          ¿Qué es lo más interesante que tiene?
-          Bueno, para empezar, tiene la medina más grande de todo Mar…
-          FIN DE LA CONVERSACIÓN
-          ¿Eh?

Y así se dio el diálogo numerosas veces, con alguna modificación mínima.



Pero finalmente tenía que conocer Fes. La oportunidad se dio, y me sorprendió muy gratamente, refutando todos mis preconceptos. Por tratarse de un polo de atracción de turismo internacional, percibí que pudo conservar su autenticidad mucho más que otras ciudades supuestamente renombradas.  La medina, por ejemplo, que me producía un interés menos que mínimo, resultó algo inseparable a la vida diaria de la ciudad, en lugar de ser un paseo de compras estratégicamente ubicado para atraer turistas. Su presencia como centro inevitable de la ciudad, hace que uno termine ahí, en lugar de “ir a”. Los artesanos trabajan a la vista, o al menos los vendedores pueden dar una explicación creíble de la procedencia así como del como el significado o utilidad del elemento que venden. Aquí, aprender a diferenciar artesanías de baratijas, es una materia obligatoria es los cursos de supervivencia.

(Lamento desilusionar a los viajeros ávidos de exotismo, pero sí, también hay mucha baratija dando vueltas en Marruecos; no todas las alfombras vuelan, ni todas las lámparas traen un ifrit adentro).

Fes es una ciudad antigua, con relevancia histórica, un rico pasado, y una pieza clave en el armado del esquema de poder del Marruecos actual. Esa es una explicación simple, porque no quisiera ponerme a buscar definiciones y conceptos que después resultan tomados de Internet, que no vienen al caso de la anécdota de mi viaje. Las murallas, y restos de torres del siglo XIV (según me dijeron), son muestra de solidez y perpetuidad, más cuando contrastan con las antenas de televisión satelital, omnipresentes como moho en un pan. Las famosas curtiembres, cliché de los programas de televisión de viajes y turismo, tienen un aspecto “pintoresco” pero no por exóticas (fuera de contexto, solo recordaríamos el olor insoportable), sino viendo de la manera en que se integran al paisaje montañoso y urbano. Al mismo tiempo llegarían (había puesto “luego”, pero se puede hacer todo en simultáneo) los paseos por las mezquitas y madrasas, y la inolvidable visita un museo de no-se-qué, del cual siempre recordaré los alaridos del personal hacia las visitas y los 5 dirhams que me reclamaron por ir al baño a lavarme la cara…






Este viaje se basó en percepciones meramente personales, más que en los anteriores sin duda, así que no voy a poder seguir enumerando datos enciclopédicos. Con algo de espíritu crítico tengo que decir algo que pienso sobre Marruecos: encandila con sus “vidrieras” a quien llega con ánimo de visitar y vivir exotismo, pero cuando uno se afinca y el tiempo pasa, la percepción empieza a resquebrajarse, y la línea entre lo verdadero y lo falso se empieza a borrar. De Fes, una ciudad orgullosa de sí misma y su pasado, voy a guardar un recuerdo grato; porque en una etapa de cuestionamiento al lugar donde me encuentro, me permitió ver que todavía se está a tiempo para encontrar cosas nuevas que sorprendan y permitan vivir experiencias reales, lejos de las puestas en escena para turistas.



Aclaración final: No tengo nada en contra de los turistas. Hasta tengo un amigo turista. 


lunes, 21 de abril de 2014

A una ciudad del norte, yo me fui a trabajar…



La primera impresión que había tenido de Ceuta, era la de una total y absoluta pachorra.

Lo percibí por contactos telefónicos, para un negocio que nunca se concretó. Esa lentitud para responder y acusar recibo de los pedidos de quien los contacta por alguna cuestión laboral puede ser tomada al principio por desinterés; luego uno termina pensando que viven en la tranquilidad que les da estar en el mar. Después de sentirme como el capitalino que se burla de la lentitud de la que acusa a otros lugares por el sólo hecho de no tener los mismos tiempos, tras una serie de viajes por la zona, mi curiosidad me hizo cruzar las cercas hacia la ciudad que no pensaba conocer.

El cruce lo hice a pie. Ahí asimilé el hecho de estar en una frontera, muy parecida a todas las que llegué a conocer, una sensación que no me habían dado los primeros alambrados que separaban lugares iguales entre sí, solo diferenciados por el color del vehículo de la gendarmería que se encontraba a cada lado. Un tanto trágica la demora en percibirlo, si uno piensa la cantidad de muertes que cada semana esos alambres que yo no había notado significan. Sacados de contexto parecen unas cosas tan inofensivas e insignificantes…


Al cruzar, asimilé también que era la primera vez en mi vida que pisaba territorio español. Me lo fue diciendo una seguidilla de carteles, con los símbolos nacionales y regionales, y también las publicidades de los comercios. Lo primero era perfectamente entendible. Revelador era lo segundo: la exaltación de lo propio, el territorio marcado por lo privado, por lo más frío e impersonal que pueda existir: la publicidad. Pero por el momento no encontraba ninguna otra señal de algo diferente.

En verdad, las percepciones fueron por etapas. Al principio no notaba diferencia; o mas bien, era más que antes: se parecía mucho más a Marruecos (tomando como modelo tal vez a Salé) ese lado de la frontera, que el lado marroquí. Caminé por una avenida de estilo suburbano que parecía infinita, siguiendo el curso de la playa. El día nublado y oscuro no ayudó a dar una imagen amena, a una caminata que parecía no conducir a ninguna parte, o mejor dicho, a una fortaleza peninsular que cada paso parecía más lejana. Con los pasos dejaron de verse los marroquíes (al menos aquellos identificados con atuendos más o menos típicos), y empezaron a distinguirse quienes parecían o debían ser españoles.

Lo que los caracterizaba era el trote. Ver una persona corriendo, luego otra, y así, hasta llegar a creer que correr era el deporte de la ciudad, y que estaba en uno de los últimos bastiones de vida sana de este Mundo. Pensé en una masividad fomentada por la modesta arquitectura que mi mente esta descifrando en ese momento (y por los outlets de ropa deportiva también).

Sin embargo, en algún momento en que ya parecía inalcanzable, llegué al centro de la ciudad. Definitivamente, no podía quedarme con esa imagen errónea que me estaba formando. Ahí debí retirar lo dicho sobre la falta de signos de hispanidad del enclave. Los símbolos y la arquitectura presentes en cada rincón, invitando a buscar tortillas, jamón serrano, vino tinto y esos símbolos de hispanidad que uno empieza a codiciar estando del otro lado de la frontera, sin importar que tan reales sean.



El paisaje era grato, pero por alguna razón no había mucho movimiento en la calle. Parecía muy temprano (me desorientaba no saber que hora era en cada lado), pero algo parecía estar pasando que retenía a la gente, un feriado o algo de eso. El tiempo era poco y decidí emprender la vuelta, para evitar que se hiciera muy tarde, porque todavía quedaba un viaje largo. El primer recuerdo que me quedará de Ceuta, es (además del contraste de impresiones e imágenes ensambladas) el de una larga caminata y trotes hasta un lugar que no llegué a descubrir del todo. 

O, puedo ser más prosaico y decir: la próxima vez no entro sin auto.

Quedaría Ceuta para otra ocasión, lo mismo que Melilla, donde todavía no me asomé. Enclaves que en las últimas semanas se están volviendo célebres por los hechos trágicos que pasan casi todos los días, cuando los alambrados, utilería insignificante para algunos de nosotros,  son saltados por quienes no tienen otra esperanza que convencerse que todo estará mejor del otro lado.



martes, 10 de diciembre de 2013

Nelson Mandela


Este blog fue pensado originalmente como un diario de viajes, aunque a veces lo uso para escribir mis ideas sobre cosas que van pasando y que entiendo importantes.

La semana pasada murió Nelson Mandela. Lo escribo recién ahora porque (como ya expresé en varias ocasiones) estoy en contra a esa idea inculcada por las nuevas tecnologías de comunicación de que hay que pronunciarse “oficialmente” inmediatamente que ocurre algún hecho trascendente.

El caso de Mandela es sin duda importante. Son muy pocos los casos de personas consideradas próceres prácticamente a nivel mundial; hasta supuestamente venerado por quienes lo combatieron indirectamente y ahora silban por lo bajo…

Quiero ser breve. Murió un gran hombre. De carne y hueso, con aciertos y errores.
No murió la figurita banalizada y desideologizada que nos pintan los medios.
No era un estoico que disfrutaba la flagelación con sonrisa hollywoodense.
Y menos que menos, no murió un autor de aforismos para libros de autoayuda que ahora pululan por Internet.

Fue una persona que salió a luchar por defender a su pueblo. Tenía ideologías de las cuales aprendió y se contactó con otras luchas en otros países. Luchó incansablemente, teniendo que hacer cosas de las cuales luego no estaría orgulloso, y se bancó las consecuencias.

Por eso era admirable. 

Recomiendo:
 http://actualidad.rt.com/actualidad/view/113408-frases-mandela-no-encontrar-medios-eeuu



martes, 15 de octubre de 2013

Extremo norte



La que fuera durante muchos años una ciudad internacional, continua siendo una ciudad internacional… No se si eso es bueno o malo.

Llegué a Tánger en tren, pensando en espionaje, intrigas internacionales y potencias moviendo piezas en tableros imaginarios para adueñarse del Mundo. Todo esto en un ambiente (y voy a usar una palabra que como viajero empecé a odiar) exótico. Obviamente no encontré nada de eso; creo que estoy viendo demasiadas series, más que nada porque lamenté darme cuenta que eso no iba a suceder.

Bajé del tren en un día muy soleado, caminé atravesando el sonido de las diversas lenguas que entre sí hablaban mochileros jóvenes y familias con valijas. Con mi bolso y mochila, mi ropa deportiva pero yendo hacia un tema de trabajo que hasta el momento me inquietaba, no sabía bien con cual grupo debía identificarme. Mientras iba caminando hacia la salida, con el sol del mediodía norafricano todavía golpeándome en la cara, empecé a sentir el olor del mar.

Siempre me definí como un tipo de playa. Respirar hondo y sentir el aroma marino, puede hacerme olvidar, por segundos, de todos mis problemas. Por eso me alegró ver que mi hotel se encontraba frente al mar, aún cuando estaba demasiado cerca de la estación para lo que había pagado en taxi, y el viento tampoco era tanto como en otras latitudes. Allí estaba de nuevo en un lugar que me hace sentir cómodo. Una playa donde cuando se va la niebla, se ve España como si estuviera mucho más cerca de lo que está, como si fuese solo un chapuzón de distancia.






La ciudad me despertó varias sensaciones de contrastes marcados pero para nada inverosímiles. La primera, como ya había dicho antes, una sensación de familiaridad. Quizás fue estar parando en una costanera, donde un paseo obligado al anochecer era la avenida a esa hora donde el aroma de mar se mezcla con el de los cafés y restaurantes, con sus televisores encendidos entre el resumen de noticias diario y los goles de Europa; los chicos que todavía juegan en la playa y las plazas, con los bocinazos y la música de los autos que se empiezan a arrimar a los boliches. Ese horario de transición playero que me hizo recordar a momentos de juventud fue tal vez la reminiscencia más fuerte que sentí desde que vine a vivir a Marruecos, un deja vu imposible. En un entorno tan distinto fue volver a sentir algo de casa, sensación que no perdí ni cuando el ruidoso cortejo colorido acompañaba a un niño de unos cuatro años de edad que iba a caballo a su ceremonia de circuncisión.

El otro paseo imperdible (no quiero decir “obligado”) era la Medina, pasando también por la zona de la Kasbah, el viejo fuerte-ahora museo en reparación. El tumulto en calles cada vez más angostas, el aroma de las hierbas y especias mezcladas, los sonidos de los puestos de venta de cds, las perfumerías y puestos de dulces típicos. Todo en un ambiente diferente al que fue siempre mi entorno, pero nada difícil de habituarse. Los lugares se fueron haciendo imponentes con el correr de los minutos: como antes respiraba mar, ahora respiro historia; no tiene objeto tratar de distinguir entre lo que verdaderamente sucedía en esos pasillos y lo que los viajeros imaginaron encontrar. Todo eso es una sola sensación, cosas que se mezclan como pasa con la insistencia de los comerciantes y la hospitalidad de los modestos hosteles.  

Son los viejos edificios, la vieja ciudad como imagino que debe haber sido hace décadas, antes de volver a formar parte de Marruecos. Algunas construcciones imperdonablemente vacías, arruinadas y sin posibilidad de ser recicladas se encuentran listas para perderse y así construir más torres.

La gente del lugar ve con preocupación ese fenómeno. Hablando con algunos, creen que la construcción acelerada, está alterando la particularidad de la ciudad, eso que la hace tan distinta del resto. Algo de razón deben tener. Las torres avanzan, las viejas casas y edificios se van yendo, los terrenos baldíos están ya loteados. Pero si uno observa con atención, muchas torres y edificios están a medio hacer; construcciones paradas que no se sabe cuando serán reanudadas. Lo moderno deja de serlo cuando queda sin terminar. La respuesta siempre es una: el financiamiento se acabó. Y eso siempre depende de cómo va el negocio. ¿Qué negocio?, ¡El negocio! Aaaah… Mejor no decir nada más que eso.

Noche de jueves y noche de viernes. Empiezan a llegar los micros y combis con turistas, así como los ferrys van y vienen de un lado al otro del estrecho. En su mayor número son españoles, aunque también se escucha alemán, italiano y el inconfundible acento del portugués lusitano. Comento medio en broma a un marroquí que pareciera que el fin de semana los marroquíes viajan a Tarifa y los españoles ahí, a Tánger. Se ríe, lo cual estimo una aprobación de mi comentario.

Hubo otros momentos memorables, no necesariamente relatados en orden cronológico.

Fui viajando a la parte de Tanger Med, la zona portuaria. Ahí a unos pocos minutos está el enclave español Ceuta (Sebta para el irredentismo marroquí). Lo más trágico es que su cercanía es percibida por los migrantes subsaharianos, que ruegan ser llevados al otro lado del portón. Sin éxito vuelven a adentrarse en la parte marroquí, esperando mejor suerte al día siguiente. Es trágico porque sabemos que no la tendrán, ni el siguiente, ni el que sigue, y así…

Yendo más kilómetros, ya no recuerdo para qué dirección (perdone el lector esta seguidilla de imprecisiones geográficas) se ve del otro lado del estrecho el peñón de Gibraltar… ¿Un rompecabezas mal armado?. Ya uno pierde la noción de entre cuantos países se encuentra.



Cierro con uno de los recuerdos más fuertes. Me ubico delante del faro amarillo, lugar ideal para una foto. El agua verdosa el Océano Atlántico se mezcla con el azul del Mediterráneo. Espero que llegue el viento, para volver a sentirme a gusto, en ese estado ideal.