jueves, 21 de marzo de 2013

La ville rouge

Suele pasar que los viajes más repentinos e inesperados son los que se disfrutan más. Este fue el caso de mi viaje corto pero intenso a Marrakech, del cual me enteré un día y medio antes de partir.

Sin querer aburrirlos con cifras y estadísticas, Marrakech es una de las ciudades que captan más turismo internacional en Marruecos, midiéndose las cifras en millones de personas. Si bien la crisis económica en Europa, uno de los principales orígenes del turismo llena a sus habitantes de interrogantes, mi impresión final fue que aunque sea por inercia, por un tiempo más la ciudad va a vivir al ritmo de los extranjeros. La gran cantidad de complejos hoteleros, hace pensar en una sobreoferta que no se sabe hasta que punto no va a perjudicar a la ciudad. Aclaro que voy a omitir la enumeración de rigor de super-celebridades internacionales que pasan vacaciones o alguna fiesta ahí, lo importante es que son muchas y tienen mucho dinero.

Todo esto me remite a las primeras impresiones al llegar. Estos días no alcanzaron para que me convertiera en un experto en la ciudad, debo aclarar. El viaje se debió a cuestiones meramente laborales, así que mis impresiones sobre la ciudad son superficiales, y se centran más que nada en el contraste entre lo que vi y lo que me imaginaba antes de ir.

Se la conoce como “ciudad roja” porque (no hay que ser brillante para notarlo) es el color predominante en todas sus construcciones, por lo general casas y edificios bajos, que siguen todos un mismo estilo clásico. Las construcciones (el hotel donde me hospedé es un claro ejemplo de eso) remiten a un misticismo atribuido a la ciudad que se busca alimentar, lo cual no permite, a simple vista, diferenciar entre lo típico y antiguo, de lo artificialmente creado para encandilar turistas y hacer que derramen sus euros. Al recorrer la ciudad, era inevitable notar el trabajo de alambrado de algunas calles; parecía una custodia, una medida de seguridad para algo supuestamente grave, pero por suerte nada de eso: están preparando las calles para un gran premio de automovilismo, del cual me enteraré prontamente. Nada que temer.

Uno de los paseos obligados es la Medina, mezcla de algo típico y autóctono y espectáculo armado para (nuevamente) deslumbrar al turismo. Tal vez haya de las dos cosas: lo cotidiano se mezcla con una pizca de sobreactuación. A quienes nos molesta esto último de cualquier lugar, el momento en que se llega a la Medina de Marrakech se torna chocante por lo invasiva que su gente puede parecer. Toma un cierto tiempo acostumbrarse al ambiente y luego empezar a sacar algunos de sus códigos, así como no dejarse ganar por el fastidio e irse de ahí. Al pasar las horas, se empiezan a armar los puestitos de comida; si uno los elige con sabiduría, se pueden convertir en algo ameno a bajo precio. Una mala elección arruina cualquier estadía… es casi como un juego.

Pero la ciudad vive del turismo, sin dudas. Esto se corrobora con los horarios, más si uno cae fuera de la temporada turística. Los desayunos duran hasta tarde, cuando en otras ciudades te levantan la mesa pasadas las 10, al mediodía los comercios y shoppings se encuentran vacíos y los almuerzo arrancan a las cuatro de la tarde, los boliches arrancan en horarios más “argentinos” que extranjeros: se respeta la sagrada costumbre de la previa, parece. Los tiempos parecen manejados por los turistas, sin apuros ni obligaciones.

La vida nocturna… ahí es otra historia. Justo me tuve que ir cuando estaba empezando.



Tal vez para la próxima. Prometo una próxima.


jueves, 14 de marzo de 2013

Ciudadano del mundo (?)




Desde que empecé con esto de los viajes de trabajo, estas son las nacionalidades que interlocutores ocasionales me han atribuído:

- Griego - 1
- Iraní - 2
- Francés
- Estadounidense
- Italiano
- Alemán
- Polaco - 3
- Español
- Portugués
- Británico – 4

(Se continuará informando)

Debería redactar algo borgeano, como diciendo que los argentinos somos un poquito de cada una de esas cosas, pero no tengo ganas.

1 y 2: compiten por ver cuál es la más creativa
3- La más inverosímil
4- Me estaban cargando, ¿no?