martes, 10 de diciembre de 2013

Nelson Mandela


Este blog fue pensado originalmente como un diario de viajes, aunque a veces lo uso para escribir mis ideas sobre cosas que van pasando y que entiendo importantes.

La semana pasada murió Nelson Mandela. Lo escribo recién ahora porque (como ya expresé en varias ocasiones) estoy en contra a esa idea inculcada por las nuevas tecnologías de comunicación de que hay que pronunciarse “oficialmente” inmediatamente que ocurre algún hecho trascendente.

El caso de Mandela es sin duda importante. Son muy pocos los casos de personas consideradas próceres prácticamente a nivel mundial; hasta supuestamente venerado por quienes lo combatieron indirectamente y ahora silban por lo bajo…

Quiero ser breve. Murió un gran hombre. De carne y hueso, con aciertos y errores.
No murió la figurita banalizada y desideologizada que nos pintan los medios.
No era un estoico que disfrutaba la flagelación con sonrisa hollywoodense.
Y menos que menos, no murió un autor de aforismos para libros de autoayuda que ahora pululan por Internet.

Fue una persona que salió a luchar por defender a su pueblo. Tenía ideologías de las cuales aprendió y se contactó con otras luchas en otros países. Luchó incansablemente, teniendo que hacer cosas de las cuales luego no estaría orgulloso, y se bancó las consecuencias.

Por eso era admirable. 

Recomiendo:
 http://actualidad.rt.com/actualidad/view/113408-frases-mandela-no-encontrar-medios-eeuu



martes, 15 de octubre de 2013

Extremo norte



La que fuera durante muchos años una ciudad internacional, continua siendo una ciudad internacional… No se si eso es bueno o malo.

Llegué a Tánger en tren, pensando en espionaje, intrigas internacionales y potencias moviendo piezas en tableros imaginarios para adueñarse del Mundo. Todo esto en un ambiente (y voy a usar una palabra que como viajero empecé a odiar) exótico. Obviamente no encontré nada de eso; creo que estoy viendo demasiadas series, más que nada porque lamenté darme cuenta que eso no iba a suceder.

Bajé del tren en un día muy soleado, caminé atravesando el sonido de las diversas lenguas que entre sí hablaban mochileros jóvenes y familias con valijas. Con mi bolso y mochila, mi ropa deportiva pero yendo hacia un tema de trabajo que hasta el momento me inquietaba, no sabía bien con cual grupo debía identificarme. Mientras iba caminando hacia la salida, con el sol del mediodía norafricano todavía golpeándome en la cara, empecé a sentir el olor del mar.

Siempre me definí como un tipo de playa. Respirar hondo y sentir el aroma marino, puede hacerme olvidar, por segundos, de todos mis problemas. Por eso me alegró ver que mi hotel se encontraba frente al mar, aún cuando estaba demasiado cerca de la estación para lo que había pagado en taxi, y el viento tampoco era tanto como en otras latitudes. Allí estaba de nuevo en un lugar que me hace sentir cómodo. Una playa donde cuando se va la niebla, se ve España como si estuviera mucho más cerca de lo que está, como si fuese solo un chapuzón de distancia.






La ciudad me despertó varias sensaciones de contrastes marcados pero para nada inverosímiles. La primera, como ya había dicho antes, una sensación de familiaridad. Quizás fue estar parando en una costanera, donde un paseo obligado al anochecer era la avenida a esa hora donde el aroma de mar se mezcla con el de los cafés y restaurantes, con sus televisores encendidos entre el resumen de noticias diario y los goles de Europa; los chicos que todavía juegan en la playa y las plazas, con los bocinazos y la música de los autos que se empiezan a arrimar a los boliches. Ese horario de transición playero que me hizo recordar a momentos de juventud fue tal vez la reminiscencia más fuerte que sentí desde que vine a vivir a Marruecos, un deja vu imposible. En un entorno tan distinto fue volver a sentir algo de casa, sensación que no perdí ni cuando el ruidoso cortejo colorido acompañaba a un niño de unos cuatro años de edad que iba a caballo a su ceremonia de circuncisión.

El otro paseo imperdible (no quiero decir “obligado”) era la Medina, pasando también por la zona de la Kasbah, el viejo fuerte-ahora museo en reparación. El tumulto en calles cada vez más angostas, el aroma de las hierbas y especias mezcladas, los sonidos de los puestos de venta de cds, las perfumerías y puestos de dulces típicos. Todo en un ambiente diferente al que fue siempre mi entorno, pero nada difícil de habituarse. Los lugares se fueron haciendo imponentes con el correr de los minutos: como antes respiraba mar, ahora respiro historia; no tiene objeto tratar de distinguir entre lo que verdaderamente sucedía en esos pasillos y lo que los viajeros imaginaron encontrar. Todo eso es una sola sensación, cosas que se mezclan como pasa con la insistencia de los comerciantes y la hospitalidad de los modestos hosteles.  

Son los viejos edificios, la vieja ciudad como imagino que debe haber sido hace décadas, antes de volver a formar parte de Marruecos. Algunas construcciones imperdonablemente vacías, arruinadas y sin posibilidad de ser recicladas se encuentran listas para perderse y así construir más torres.

La gente del lugar ve con preocupación ese fenómeno. Hablando con algunos, creen que la construcción acelerada, está alterando la particularidad de la ciudad, eso que la hace tan distinta del resto. Algo de razón deben tener. Las torres avanzan, las viejas casas y edificios se van yendo, los terrenos baldíos están ya loteados. Pero si uno observa con atención, muchas torres y edificios están a medio hacer; construcciones paradas que no se sabe cuando serán reanudadas. Lo moderno deja de serlo cuando queda sin terminar. La respuesta siempre es una: el financiamiento se acabó. Y eso siempre depende de cómo va el negocio. ¿Qué negocio?, ¡El negocio! Aaaah… Mejor no decir nada más que eso.

Noche de jueves y noche de viernes. Empiezan a llegar los micros y combis con turistas, así como los ferrys van y vienen de un lado al otro del estrecho. En su mayor número son españoles, aunque también se escucha alemán, italiano y el inconfundible acento del portugués lusitano. Comento medio en broma a un marroquí que pareciera que el fin de semana los marroquíes viajan a Tarifa y los españoles ahí, a Tánger. Se ríe, lo cual estimo una aprobación de mi comentario.

Hubo otros momentos memorables, no necesariamente relatados en orden cronológico.

Fui viajando a la parte de Tanger Med, la zona portuaria. Ahí a unos pocos minutos está el enclave español Ceuta (Sebta para el irredentismo marroquí). Lo más trágico es que su cercanía es percibida por los migrantes subsaharianos, que ruegan ser llevados al otro lado del portón. Sin éxito vuelven a adentrarse en la parte marroquí, esperando mejor suerte al día siguiente. Es trágico porque sabemos que no la tendrán, ni el siguiente, ni el que sigue, y así…

Yendo más kilómetros, ya no recuerdo para qué dirección (perdone el lector esta seguidilla de imprecisiones geográficas) se ve del otro lado del estrecho el peñón de Gibraltar… ¿Un rompecabezas mal armado?. Ya uno pierde la noción de entre cuantos países se encuentra.



Cierro con uno de los recuerdos más fuertes. Me ubico delante del faro amarillo, lugar ideal para una foto. El agua verdosa el Océano Atlántico se mezcla con el azul del Mediterráneo. Espero que llegue el viento, para volver a sentirme a gusto, en ese estado ideal.

lunes, 19 de agosto de 2013

Activismo instantáneo

Saliendo de la temática habitual de este blog, impresiones de mi visita a la Argentina conectada y acelerada...



Era el típico mensaje estándar que monopoliza muchas cuentas de Facebook en estos años, pero con las variables mínimas que hacen a cada caso. En síntesis, decía algo así: “como agosto es el mes del niño, poné en tu imagen de perfil una foto tuya de cuando eras niño”. Recordé que eso ya se había hecho hace unos años atrás y supuse que la persona que lo anunciaba a todo el universo conocido había recibido un mensaje viejo y lo hacía público creyéndolo nuevo. Lo mismo que pasa con las cadenas de mails que anuncian inminentes desastres en nuestra política… inminentes quiere decir primeros meses de 2009 según el calendario conspirafóbico.

Me hizo ruido la seguridad con la cual afirmaron que agosto es el mes del niño. Yo interpreto agosto como el mes elegido por las jugueterías y las cámaras comerciales para vender juguetes, supongo que a un precio más alto que en otras épocas del año. Así como las mismas cámaras de comercio inventaron que junio es el mes de los padres, octubre el de las madres y las empresas de telefonía terminaron de imponer el día del amigo en julio.

En este caso, por suerte, se hablaba de recordar momentos de la infancia, como aquella vez que se rogó que pusiéramos los dibujos animados que mirábamos de chicos. Ahora a nadie se le ocurrió plantear que haciendo eso se homenajea a los niños que padecen algún sufrimiento, o se hace un alegato a favor de los derechos del niño, o que sirve de protesta contra su situación precaria para que las autoridades nacionales/globales (una nebulosa demasiado abarcativa como para identificar algo concreto contra lo cual reclamar - pero siempre percibida como totalmente ajena a uno) lo vean, y entiendan lo malo que es que las cosas estén mal. ¡El Mafaldismo en su máxima expresión! Haciendo memoria, esa fue la impronta que tuvo la “campaña” predecesora; y si alguien se sumó a la “campaña” nueva, probablemente lo haya hecho pensando que la consigna era tácitamente la misma. Eso no lo puedo demostrar.






Se trata de un ejemplo inofensivo, pero me que me preocupa por lo demostrativo que es de algunas nuevas lógicas de interacción social. Esto no es pretender abogar por la abolición de las redes sociales; nos guste o no ya están aquí, forman parte de nuestra interacción social e incluso contribuyen al perfil que nos queremos dar profesionalmente. Sí creo que hay que tener cuidado con las falsas campañas (o el campañismo compulsivo si le quisiéramos poner un nombre). En verdad es triste creer que se participa y forma parte de una buena causa, cuando no queda claro de cuál buena causa se trata. Un niño que sufre una grave enfermedad, no se va a curar porque la gente ponga su foto una y otra vez en Facebook. Hasta me parece morboso. Pero claro, si lo decís, sos la peor basura sobre la faz de la Tierra, así como pareciera que lo fuimos quienes no utilizamos nuestra red predilecta para pronunciarnos oficialmente sobre la muerte mediatizada de algún niño.
En mi caso particular, no creo en milagros. Así que soy sumamente escéptico cuando se anuncian tratamientos milagrosos que van a curar a niños con las peores enfermedades, pero para lo cual, hay que previamente participar en alguna colecta, legitimada por algún canal de televisión. El hecho de verlo desde afuera, me hace sentirlo así; pido perdón por ello.
Cuando alguna chica o chico falta de su hogar, entiendo que se crea en el poder de la web para encontrarlo rápidamente, pero en ese caso se debería aclarar con el mismo ímpetu cuando esa persona aparece, porque de lo contrario se perpetuaría su imagen de ausente y generaría trastornos a la persona y sus allegados, cada vez que a alguien se le ocurra compartir o reenviar esos datos sin molestarse en corroborar la antigüedad del mensaje. Ni que hablar de las “solidarias” acusaciones que se hacen a personas sobre supuestos delitos o terribles hechos cometidos, no sólo sin darle la posibilidad de defenderse, sino sin verificar lo que se está reproduciendo.



Hace unos meses fue asesinada una adolescente en circunstancias que se están investigando. La prensa la sigue matando día a día haciendo de su caso un show televisivo en vivo a toda hora, con dosis iguales de sensiblería y morbo. Pero (y no es que defienda a ultranza al periodismo argentino), también la siguen matando los adolescentes que alegremente teorizan sobre su crimen en redes sociales, o las que comparten sus fotos en esas redes, creyendo haberla conocido o, peor aún, que esa persona sigue viva y es su amiga. El medio siembra el mensaje, y la “red” lo legitima y potencia. Como aquella vez que la “terrible y humillante” derrota argentina en el Mundial de Asados, se convirtió en la más clara demostración de que en la Argentina, los que utilizamos Internet como principal medio de comunicación, pasamos tanto hambre que ya nos olvidamos como era comer.

Y a esa chica la matan como van a matar cuando vuelva a haber un caso similar que acapare las horas en los cada vez más canales de noticias. La ilusión de horizontalidad que genera Internet (eso que se llama 2.0), donde se cree ingenuamente que se pueden discutir los temas que van a ser de agenda de igual a igual con las empresas de medios, se fusiona con el afán de protagonismo. Es el deseo patológico de formar parte de un hecho trascendente por medio de la charlatanería: desde decir tener información de un crimen, hasta jurar haber visto vivo y caminando a un chico muerto en un grave accidente; que en los casos más extremos impulsó el falso testimonio liso y llano, al que algunos incurrieron con la sola motivación de salir dos minutos en televisión.

Hay gente que miente, lamento tener que decir algo tan simple. Alguna con la mala intención de obtener un beneficio, y otra por torpeza o falta de crítica al reproducir un mensaje ajeno. Y eso también se da en las “redes sociales” que tanto fascinan al periodismo.



jueves, 23 de mayo de 2013

De portones azules en las montañas...



Si cada ciudad marroquí va a ser identificada con un color, entonces sin duda el color que le corresponde a Chefchaouen es el azul.

En estos días hice mi segundo viaje a la región del Rif. La primera vez que había ido resultó ser un día nublado, neblinoso e inusualmente frío que no dejó ninguna anécdota memorable. La segunda vez volvió a ser un día nublado, neblinoso y frío, aunque me permití recorrer un poco más. Me insisten con que es inusual; en una ciudad donde la temperatura en verano supuestamente supera los 40°, es raro todavía en primavera seguir teniendo estos días claramente invernales. 



En esa zona uno siente haber cruzado una línea imaginaria donde comienza a hacerse cada vez más fuerte la influencia española. Justamente, es común pasar por localidades en la ruta donde se empiezan a ver carteles en castellano. Aquí la influencia no es tan notoria como en ciudades vecinas, salvo algún cartel en edificios públicos y la gran cantidad de turistas españoles que recorren sus calles con su inconfundible acento. Pero igualmente se siente.

Si el color que define a la ciudad es, como ya dijimos, el azul; el objeto que la caracteriza son las puertas.

Desde la puerta solitaria en la entrada de la ciudad, que le da un carácter onírico a la llegada, hasta las diferentes puertas azules en los lugares visibles de la ciudad. Todas similares entre sí, orgullosas de su “azulidad” dentro de sus correspondientes arcos, pero al mismo tiempo compitiendo por ganar su singularidad y obtener algún retoque o marca (tal vez imperceptible para la mayoría) que la haga destacar sobre las demás. También los grandes portones tienen su protagonismo: todos tienen su nombre y son los puntos de referencia obligados. Además de sus historias… Y tampoco olvidar los portales. Las tres categorías se combinan con calles angostas de piedra y escaleras empinadas, como piezas de un juego de ladrillitos para chicos que se fueron ubicando hasta generar esa forma ya imposible de desarmar.



Es un punto turístico muy visitado, pero para una estadía corta. Las montañas que permiten ver la ciudad desde distintos ángulos, la Medina, mucho más tranquila que la de otras ciudades. Se nota un impulso tendiente, a convertirla en punto de eventos culturales y festivales internacionales de diversas artes lo cual espero que se logre, porque sería un entorno ameno y amigable.

Pero la ciudad es pequeña, sin dudas, desde un buen mirador, se la puede ver en su totalidad. También me habían señalado que, a diferencia de otros puntos turísticos, es una ciudad “muy religiosa”. Tal vez sea una percepción muy personal de quien me lo dijo. Pero es cierto que vi que los lugares que venden bebidas alcohólicas lo hacen a precios realmente prohibitivos, lo que acá es siempre una pauta a tener en cuenta.  Aquí sucedió un hecho puntual: a las cuatro de la mañana fui despertado por el llamado de los muezzin a la oración. Lo digo en plural, porque eran varios llamados en simultáneo que dado lo pequeña de la ciudad, se convirtió en algo similar al canto de un coro. Fue llamativo porque desde que recorro países musulmanes no me había pasado nunca ni el ser despertado de esa manera, ni sentirme impactado por eso. No se si era el viaje largo y el consiguiente mal sueño, o que estaba predispuesto por lo que me habían dicho, o que la ciudad generó un efecto espiritual en mí.

Esto no es frecuente, así que los pondré al tanto si eso me sigue pasando…


jueves, 4 de abril de 2013

Finalmente, Casablanca…



Si les digo que estuve en Casablanca, la mayoría de los lectores de esta frase van a pensar en la película. Incluso es probable que estén tarareando la musiquita famosa. Después me doy cuenta que el hecho de estar suponiendo esto, significa que yo también hice esa asimilación mental. Para calmar a los ansiosos, les digo que sí, que sí existe el Rick’s Café, o al menos un clon medianamente convincente para quienes quieran refugiarse en un ensueño fílmico. Quien quiera pagar por unas horas de ilusión, puede hacerlo. No lo digo burlándome ni haciéndome el superado, yo pienso ir algún día.

Ahora que me saqué de encima la referencia obligada puedo seguir contando como fue la experiencia en general. 


Durante tres meses en Rabat (saliendo muy poco de mi barrio cosmopolita Agdal), me llegaban impresiones de lo que podría ser Casablanca: tenía en mente la rivalidad futbolística que, como sabemos bien, muchas veces es solo el trasfondo de rivalidades mayores. A partir de esto, salir de Rabat y empezar a ver carteles que señalen las rutas a Casablanca, sin que alguien hubiera escrito en aerosol la infaltable palabra “puta” debajo de ese nombre tan hispano era señal de ir acercándose a una zona de influencia distinta.

Casablanca es, en el sentido económico, la ciudad más importante del país. Centro económico-financiero del país, así como centro portuario y aeroportuario. Esto influye en su paisaje de grandes edificios y torres. Pero a todo esto, se le debe sumar que, por ser una ciudad costera, una serie considerable de atractivos turísticos en la playa, y una diversidad agradable de espectáculos culturales, cafés y restaurantes. Además encontramos shoppings, cines, hoteles a diferentes precios, cadenas internaciones de comida y diversos signos de modernidad consumista. Todo esto se mezcla con lo clásico y antiguo. Los edificios imponentes y locales modernos, se mezclan constantemente con las viejas construcciones tradicionales o los resabios de la colonización francesa, en una distribución que (al menos en las primeras impresiones) parece azarosa. Los contrastes se pueden definir tanto como “fascinante fusión de estilos y culturas” o como “kitsch”; la definición es a gusto de cada visitante.

La ciudad me hizo acordar en algo a Buenos Aires: los sentimientos encontrados. El tener todo lo que me gusta (o me puede gustar) a mi alcance, con el bullicio constante, las multitudes insoportables, la calles incruzables y los embotellamientos perpetuos. Lo amigable y lo detestable como dos caras de una misma moneda, impidiendo definir si amo u odio ese lugar. Pero esa misma ambivalencia parecen sentirla también los propios marroquíes, así que no debo sentirla como un vicio de viajero.


Un punto que se ha convertido en un emblema de la ciudad es la mezquita Hassan II. Situada casi en la costa, es tan imponente que se empieza a hacer visible a medida que uno se adentra en la ciudad. Es la mezquita más grande de África, y una de las más grandes del mundo árabe, solo después de La Meca y (tal vez) la mezquita de El Cairo. Al preguntar por su antigüedad, me entero que es una construcción moderna: fue construida a principios de los años ’90, durante el reinado del monarca que le da su nombre. Rodeada por una biblioteca, centros culturales y de estudios religiosos, el aire marino le confiere una sensación de tranquilidad que ameniza toda visita, a pesar de la arena que cada tanto suele volar.



jueves, 21 de marzo de 2013

La ville rouge

Suele pasar que los viajes más repentinos e inesperados son los que se disfrutan más. Este fue el caso de mi viaje corto pero intenso a Marrakech, del cual me enteré un día y medio antes de partir.

Sin querer aburrirlos con cifras y estadísticas, Marrakech es una de las ciudades que captan más turismo internacional en Marruecos, midiéndose las cifras en millones de personas. Si bien la crisis económica en Europa, uno de los principales orígenes del turismo llena a sus habitantes de interrogantes, mi impresión final fue que aunque sea por inercia, por un tiempo más la ciudad va a vivir al ritmo de los extranjeros. La gran cantidad de complejos hoteleros, hace pensar en una sobreoferta que no se sabe hasta que punto no va a perjudicar a la ciudad. Aclaro que voy a omitir la enumeración de rigor de super-celebridades internacionales que pasan vacaciones o alguna fiesta ahí, lo importante es que son muchas y tienen mucho dinero.

Todo esto me remite a las primeras impresiones al llegar. Estos días no alcanzaron para que me convertiera en un experto en la ciudad, debo aclarar. El viaje se debió a cuestiones meramente laborales, así que mis impresiones sobre la ciudad son superficiales, y se centran más que nada en el contraste entre lo que vi y lo que me imaginaba antes de ir.

Se la conoce como “ciudad roja” porque (no hay que ser brillante para notarlo) es el color predominante en todas sus construcciones, por lo general casas y edificios bajos, que siguen todos un mismo estilo clásico. Las construcciones (el hotel donde me hospedé es un claro ejemplo de eso) remiten a un misticismo atribuido a la ciudad que se busca alimentar, lo cual no permite, a simple vista, diferenciar entre lo típico y antiguo, de lo artificialmente creado para encandilar turistas y hacer que derramen sus euros. Al recorrer la ciudad, era inevitable notar el trabajo de alambrado de algunas calles; parecía una custodia, una medida de seguridad para algo supuestamente grave, pero por suerte nada de eso: están preparando las calles para un gran premio de automovilismo, del cual me enteraré prontamente. Nada que temer.

Uno de los paseos obligados es la Medina, mezcla de algo típico y autóctono y espectáculo armado para (nuevamente) deslumbrar al turismo. Tal vez haya de las dos cosas: lo cotidiano se mezcla con una pizca de sobreactuación. A quienes nos molesta esto último de cualquier lugar, el momento en que se llega a la Medina de Marrakech se torna chocante por lo invasiva que su gente puede parecer. Toma un cierto tiempo acostumbrarse al ambiente y luego empezar a sacar algunos de sus códigos, así como no dejarse ganar por el fastidio e irse de ahí. Al pasar las horas, se empiezan a armar los puestitos de comida; si uno los elige con sabiduría, se pueden convertir en algo ameno a bajo precio. Una mala elección arruina cualquier estadía… es casi como un juego.

Pero la ciudad vive del turismo, sin dudas. Esto se corrobora con los horarios, más si uno cae fuera de la temporada turística. Los desayunos duran hasta tarde, cuando en otras ciudades te levantan la mesa pasadas las 10, al mediodía los comercios y shoppings se encuentran vacíos y los almuerzo arrancan a las cuatro de la tarde, los boliches arrancan en horarios más “argentinos” que extranjeros: se respeta la sagrada costumbre de la previa, parece. Los tiempos parecen manejados por los turistas, sin apuros ni obligaciones.

La vida nocturna… ahí es otra historia. Justo me tuve que ir cuando estaba empezando.



Tal vez para la próxima. Prometo una próxima.


jueves, 14 de marzo de 2013

Ciudadano del mundo (?)




Desde que empecé con esto de los viajes de trabajo, estas son las nacionalidades que interlocutores ocasionales me han atribuído:

- Griego - 1
- Iraní - 2
- Francés
- Estadounidense
- Italiano
- Alemán
- Polaco - 3
- Español
- Portugués
- Británico – 4

(Se continuará informando)

Debería redactar algo borgeano, como diciendo que los argentinos somos un poquito de cada una de esas cosas, pero no tengo ganas.

1 y 2: compiten por ver cuál es la más creativa
3- La más inverosímil
4- Me estaban cargando, ¿no?


martes, 26 de febrero de 2013

Aguafuertes hoteleras


Ciertos contratiempos que en retrospectiva resultan mucho menos graves de lo que parecieron en su momento, me alejaron primero de mi (todavía en pañales) blog. Primero una liberación de la rutina circular hotelera que de momentos parecía no concretarse; unos malos entendidos bancarios, que me tomó varias jornadas descifrar casi me dejan prisionero de un hotel que nunca iba a poder abandonar. En mi cabeza, durante varios días seguidos, sonó una y otra vez “Hotel California”.

Luego, unos días sin Internet que utilicé para descansar de ese medio y dediqué a otras cosas, pero que ahora resumo.

Escribir puede muchas veces ser liberador, pero hay momentos en que también te aprisiona. El fin de semana largo correspondiente a las celebraciones del nacimiento del Profeta, lo había usado para terminar trabajos universitarios que me quedaron pendientes de Buenos Aires; así que no pude dedicarlo a mis ya habituales recorridas que luego inspiran estas entradas. De ningún modo me iba a privar del cous cous de los viernes, pero en esencia no logró ser una jornada de paseo, y el descanso fue ese descanso culpable que uno obtiene al hacer de lado algo más importante que debería estar haciendo.

Lo bueno es que el lamentable encierro (en el hotel) me permitió encontrar la inspiración para empezar a encaminar otras cosas que quería escribir y que no sabía que tenía en mi mente, esperando la señal para salir. Pero entonces no llegué a terminar lo otro, claro está.

El paso de los días y las actividades, en este caso culturales, me llevaron a buscar vínculos artísticos entre la Argentina y Marruecos. Primero fueron los talleres de tango a los cuales estoy asistiendo fingiendo una destreza innata que en realidad no tengo. Luego apareció la figura de Roberto Arlt. Sus dos obras “Aguafuertes españolas” y “El criador de gorilas”, crónicas periodísticas y relatos de ficción respectivamente, abrieron las puertas de una vinculación en literatura poco conocida, o al menos poco invocada. Probablemente profundice el trabajo con estas obras, y alguna mención que se encuentre en su bibliografía y se me esté escapando en este momento. Tal vez su obra no sea del agrado del lector local. Es entendible, a nadie le gusta que su país sea retratado como algo exótico. Pero siempre opiné que en materia cultural un vínculo siempre es un buen inicio, aunque el mismo sólo consista en un malentendido hecho prosa.

Acá venían una serie de comentarios ingeniosos sobre las dos obras. Pero no.




Hace unos años, con unos amigos, habíamos proyectado una revista cultural que nunca se llegó a concretar. En realidad nunca escribimos ni una sola línea (al menos que yo sepa) y se murió la idea en charlas de cafés y bares a altas horas de la noche. La sección estrella de nuestro no-proyecto se llamaba “Por qué nunca leería…”, se trataba de una sección de crítica literaria destructiva, donde sin piedad debíamos defenestrar obras literarias de reciente salida que cumplieran un solo requisito sine qua non: que no las hubiésemos leído.

Ahora no me parece tan divertido como antes, o puede ser que haya olvidado lo que me había llevado a la conclusión que lo era. Así que ahora voy a recurrir al argumento de que no sería ético hacer un análisis de dos obras basado solamente en impresiones muy superficiales. Entonces quedará como algo pendiente para un futuro cercano y listo.

Sigo acá y la idea de rutina se reacomoda. El recuerdo anterior me llevó a preguntarme si no estaré desperdiciando las noches, al no ver y conocer su luna, sus estrellas, como se reflejan en este lugar. Y sigue haciendo frío.

Porque las noches son frías cuando uno es nuevo…




domingo, 20 de enero de 2013

Ou peut-être hier, je ne sais pas



Nuevamente es fin de semana, y otra vez está lloviendo, como ocurrió casi toda la semana. La mayor parte del día está fresco, más todavía cuando oscurece. Pero cuando viene la lluvia, trae consigo un agradable olor a mar. Hoy se sintió el clima como esos fríos días de lluvia en la playa cuando uno está de vacaciones. Pero no se hasta qué punto esa percepción es “real” o está condicionada por un deseo nostálgico de volver a estar en unas vacaciones veraniegas idealizadas.

Porque cuando uno está lejos, muchos recuerdos son en realidad idealizaciones.

Transcurrió otra semana completa, con una serie de actividades lo suficientemente amenas (y variadas) para hacer que la misma pase rápido. Pero por lo general, los días se entremezclan, se confunden, y llega el punto en que es difícil diferenciar qué se hizo ayer, anteayer u hoy temprano. Es el punto negativo del acostumbrarse al entorno tan diferente. Cuando termina la etapa donde todo es novedoso y llamativo, donde un cartel en la calle o una pintada en una pared merece ser contada como anécdota, se cae en la uniformización de los días, el otro extremo que es necesario evitar.

Pasan los minutos, y la selección marroquí no puede romper el 0 a 0 contra Angola, que terminaría siendo el resultado final. “Sans inspiration”, lo tituló la prensa europea siempre lista para criticar a los equipos de otros países. No se si fue así, porque para el segundo tiempo me había ido a cenar con gente amiga, pero es cierto que hubo un entusiasmo declinante por parte de los locales. Cosas simples como verán, una buena cena, gente agradable, charla amena. De momento me quedo con la imagen del restaurante, una ambientación de tipo francesa, con fotos en blanco y negro de figuras del cine francés que no admití no conocer. Y veré si en algunos años me queda como recuerdo alguna imagen de ese restaurante, evocando un París que tal vez ya no exista de la manera en que es recordado aquí. Porque a veces hay que ir lejos para encontrarse hoy con el ayer.

Como para seguir con los recuerdos idealizados…

sábado, 12 de enero de 2013

El primer paseo



Subir a un taxi y escuchar a Faudel no es algo a lo que uno esté muy acostumbrado, pero no creo que me vaya a implicar un problema de adaptación.

La huelga de recolectores de residuos provoca que se acumulen pilas de basura en las esquinas. El hecho de que note esto y lo destaque, puede implicar que ya me estoy empezando a asimilar con mi nuevo lugar; o tal vez solo sea una expresión de deseo. Pronto los carteles en árabe van a dejar de resultarme llamativos y cuando empiece las clases voy a poder entenderlos. La verdad es que por cuestiones de trabajo inesperadas, aunque tampoco puedo negar la influencia del cansancio del viaje y la tensión de una experiencia nueva, no estuve saliendo tanto del hotel donde estoy alojado. Lo que conozco de la ciudad todavía es mínimo.

Buscar departamento siempre es tedioso. Es el punto de partida para ir armándome una serie de actividades “regulares”, que me familiaricen con el entorno. Pero ese y algún que otro tramiterío, me dieron la excusa en estos días para animarme a recorrer más, algo que cuesta bastante cuando uno está solo y no conoce a casi nadie.

En fin, faltan muchas cosas. Pero lo importante es que salí un poco, y pude tomar algunas fotos para inspirar esta especie de crónica.

Suficiente por hoy, me voy a seguir quemando la cabeza con The Boys, de Garth Ennis. 


 Lectura reconfortante, ¿vieron?

martes, 8 de enero de 2013

La bienvenida




Estoy acá.

Ya no importa el como ni el por qué.

El tema es que estoy acá, en Marruecos. Lo cual llama la atención porque soy argentino, es decir, estoy lejos de casa, en uno de esos lugares que se menciona bastante, pero del cual se conoce poco.

Ese sería un buen arranque…

Me refiero al tercer párrafo.
Pero no me cierra la parte que dice que Marruecos es un lugar del cual se conoce poco. No porque no sea cierta, sino porque me cuesta encontrar un país del cual en la Argentina se conozca mucho para hacer la contraposición. Justo ahora estoy leyendo un libro sobre mitos en el imaginario de la clase media argentina (leo mucho sobre la Argentina cuando estoy lejos), que hace una descripción bastante acertada de cómo se tiende a idealizar otros países, muchas veces en base a estereotipos, incluso priorizando el preconcepto sobre la experiencia empírica. Estereotipos positivos, pero estereotipos al fin. Yo agregaría que esas idealizaciones pocas veces son inocentes, se siembran con alguna finalidad “interna”: se crea una idealización de lo ajeno como argumento para atacar algo propio, buscando algún rédito político inmediato en concreto… En realidad el libro sí lo dice, pero yo habría pulido mucho más esa parte. Pero (para no caer en lo que estoy criticando) supongo que en todos lados debe haber fenómenos similares.

Bajé a cenar. En los pasillos de hotel se escucha la música árabe que se está tocando en la planta baja. Me retrotrae a una experiencia similar que tuve hace unos meses. Me resulta llamativo mas que nada porque todavía no conozco a nadie por acá. Tal vez después lo naturalice y me adapte bien, y resulte cierto eso que me dijeron que si yo estoy acá, es porque me vieron un cierto perfil. Esta es una primera impresión que tuve recién cuyo significado tal vez encuentre pasado cierto tiempo.

A lo que voy, me encuentro de viaje, por un período largo, en un país lejano y diferente en muchos aspectos. Esta es, simplemente, la presentación de este pequeño espacio donde puedo transmitir mis impresiones y sensaciones de este largo viaje, y de los demás que vengan, si todo sale bien. Todavía no tengo bien definido el estilo, así que iré viendo como va tomando forma mi escritura. Sí les debo, para la próxima, alguna reflexión más lograda (o en todo caso graciosa) que esta.