Era el típico mensaje estándar que monopoliza
muchas cuentas de Facebook en estos años, pero con las variables mínimas que
hacen a cada caso. En síntesis, decía algo así: “como agosto es el mes del niño, poné en tu imagen de perfil una foto
tuya de cuando eras niño”. Recordé que eso ya se había hecho hace unos años
atrás y supuse que la persona que lo anunciaba a todo el universo conocido
había recibido un mensaje viejo y lo hacía público creyéndolo nuevo. Lo mismo
que pasa con las cadenas de mails que anuncian inminentes desastres en nuestra
política… inminentes quiere decir primeros meses de 2009 según el
calendario conspirafóbico.
Me hizo ruido la seguridad con la cual
afirmaron que agosto es el mes del niño. Yo interpreto agosto como el mes elegido
por las jugueterías y las cámaras comerciales para vender juguetes, supongo que
a un precio más alto que en otras épocas del año. Así como las mismas cámaras
de comercio inventaron que junio es el mes de los padres, octubre el de las
madres y las empresas de telefonía terminaron de imponer el día del amigo en
julio.
En este caso, por suerte, se hablaba de
recordar momentos de la infancia, como aquella vez que se rogó que pusiéramos los
dibujos animados que mirábamos de chicos. Ahora a nadie se le ocurrió plantear que
haciendo eso se homenajea a los niños que padecen algún sufrimiento, o se hace
un alegato a favor de los derechos del niño, o que sirve de protesta contra su
situación precaria para que las autoridades nacionales/globales (una nebulosa demasiado
abarcativa como para identificar algo concreto contra lo cual reclamar - pero
siempre percibida como totalmente ajena a uno) lo vean, y entiendan lo malo
que es que las cosas estén mal. ¡El Mafaldismo en su máxima expresión! Haciendo
memoria, esa fue la impronta que tuvo la “campaña” predecesora; y si alguien se
sumó a la “campaña” nueva, probablemente lo haya hecho pensando que la consigna
era tácitamente la misma. Eso no lo puedo demostrar.
Se trata de un ejemplo inofensivo, pero me que
me preocupa por lo demostrativo que es de algunas nuevas lógicas de interacción
social. Esto no es pretender abogar por la abolición de las redes sociales; nos
guste o no ya están aquí, forman parte de nuestra interacción social e incluso
contribuyen al perfil que nos queremos dar profesionalmente. Sí creo que hay
que tener cuidado con las falsas campañas (o el campañismo compulsivo si le
quisiéramos poner un nombre). En verdad es triste creer que se participa y
forma parte de una buena causa, cuando no queda claro de cuál buena causa se
trata. Un niño que sufre una grave enfermedad, no se va a curar porque la gente
ponga su foto una y otra vez en Facebook. Hasta me parece morboso. Pero claro,
si lo decís, sos la peor basura sobre la faz de la Tierra, así como pareciera
que lo fuimos quienes no utilizamos nuestra red predilecta para pronunciarnos
oficialmente sobre la muerte mediatizada de algún niño.
En mi caso particular, no creo en milagros. Así
que soy sumamente escéptico cuando se anuncian tratamientos milagrosos que van
a curar a niños con las peores enfermedades, pero para lo cual, hay que previamente
participar en alguna colecta, legitimada por algún canal de televisión. El
hecho de verlo desde afuera, me hace sentirlo así; pido perdón por ello.
Cuando alguna chica o chico falta de su hogar,
entiendo que se crea en el poder de la web para encontrarlo rápidamente, pero
en ese caso se debería aclarar con el mismo ímpetu cuando esa persona aparece,
porque de lo contrario se perpetuaría su imagen de ausente y generaría
trastornos a la persona y sus allegados, cada vez que a alguien se le ocurra
compartir o reenviar esos datos sin molestarse en corroborar la antigüedad del
mensaje. Ni que hablar de las “solidarias” acusaciones que se hacen a personas
sobre supuestos delitos o terribles hechos cometidos, no sólo sin darle la
posibilidad de defenderse, sino sin verificar lo que se está reproduciendo.
Hace unos meses fue asesinada una adolescente
en circunstancias que se están investigando. La prensa la sigue matando día a
día haciendo de su caso un show televisivo en vivo a toda hora, con dosis
iguales de sensiblería y morbo. Pero (y no es que defienda a ultranza al
periodismo argentino), también la siguen matando los adolescentes que alegremente
teorizan sobre su crimen en redes sociales, o las que comparten sus fotos en
esas redes, creyendo haberla conocido o, peor aún, que esa persona sigue viva y
es su amiga. El medio siembra el mensaje, y la “red” lo legitima y potencia.
Como aquella vez que la “terrible y humillante” derrota argentina en el Mundial
de Asados, se convirtió en la más clara demostración de que en la Argentina,
los que utilizamos Internet como principal medio de comunicación, pasamos tanto
hambre que ya nos olvidamos como era comer.
Y a esa chica la matan como van a matar cuando
vuelva a haber un caso similar que acapare las horas en los cada vez más
canales de noticias. La ilusión de horizontalidad que genera Internet (eso que
se llama 2.0), donde se cree ingenuamente que se pueden discutir los temas que
van a ser de agenda de igual a igual con las empresas de medios, se fusiona con
el afán de protagonismo. Es el deseo patológico de formar parte de un hecho
trascendente por medio de la charlatanería: desde decir tener información de un
crimen, hasta jurar haber visto vivo y caminando a un chico muerto en un grave
accidente; que en los casos más extremos impulsó el falso testimonio liso y
llano, al que algunos incurrieron con la sola motivación de salir dos minutos
en televisión.
Hay gente que miente, lamento tener que decir algo tan simple. Alguna con la mala intención
de obtener un beneficio, y otra por torpeza o falta de crítica al reproducir un
mensaje ajeno. Y eso también se da en las “redes sociales” que tanto fascinan
al periodismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario