Subir a un taxi y escuchar a Faudel no es algo
a lo que uno esté muy acostumbrado, pero no creo que me vaya a implicar un
problema de adaptación.
La huelga de recolectores de residuos provoca
que se acumulen pilas de basura en las esquinas. El hecho de que note esto y lo
destaque, puede implicar que ya me estoy empezando a asimilar con mi nuevo
lugar; o tal vez solo sea una expresión de deseo. Pronto los carteles en árabe
van a dejar de resultarme llamativos y cuando empiece las clases voy a poder
entenderlos. La verdad es que por cuestiones de trabajo inesperadas, aunque
tampoco puedo negar la influencia del cansancio del viaje y la tensión de una
experiencia nueva, no estuve saliendo tanto del hotel donde estoy alojado. Lo
que conozco de la ciudad todavía es mínimo.
Buscar departamento siempre es tedioso. Es el
punto de partida para ir armándome una serie de actividades “regulares”, que me
familiaricen con el entorno. Pero ese y algún que otro tramiterío, me dieron la
excusa en estos días para animarme a recorrer más, algo que cuesta bastante
cuando uno está solo y no conoce a casi nadie.
En fin, faltan muchas cosas. Pero lo importante
es que salí un poco, y pude tomar algunas fotos para inspirar esta especie de
crónica.
Suficiente por hoy, me voy a seguir quemando la
cabeza con The Boys, de Garth Ennis.
Lectura reconfortante, ¿vieron?
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